Abordaremos en nuestro tema médico de esta edición la enfermedad inflamatoria más común en adultos con una alta prevalencia: la artritis reumatoidea, una enfermedad inflamatoria autoinmune que se caracteriza por la inflamación poliarticular del tejido sinovial que causa dolor, tumefacción y rigidez de las articulaciones de la mano, muñecas y pies, produciendo destrucción, deformidad ósea y limitaciones en su funcionamiento.

Se desconoce qué lo inicia, pero se plantea la presencia de un componente genético aunado a factores ambientales tales como la exposición al frío, humedad, infecciones virales y bacterianas. También se señalan factores de riesgo como el tabaquismo, la obesidad, el sexo (siendo el femenino el de mayor incidencia) y las edades medias de la vida del ser humano. 

Entre los síntomas destacan la pérdida de apetito, de peso, malestar general y fiebre. La artritis afecta a todo el organismo, por lo que hay manifestaciones articulares y extra-articulares. Las manifestaciones articulares comienzan por las pequeñas articulaciones en forma simétrica, con presencia de signos flogísticos (enrojecimiento, aumento de temperatura y volumen) y dolor intenso a la movilización. La rigidez matinal -que dura entre una y dos horas- es muy característica. A medida que el enfermo mejora, va desapareciendo gradualmente. 

Al realizar el examen físico se constatan pérdida de la fuerza muscular, inflamación y dolor a la movilización articular, así como alteraciones en las manos típicas de esta afección que constituyen la tarjeta de presentación de un rematoideo: manos en ráfaga, manos en embudo y dedos en huso. Las articulaciones metacarpofalángicas e interfalángicas proximales, la de la muñeca, el codo y la rodilla, resultan ser las más afectadas y se acompañan de una atrofia de los músculos que la rodean. 

La articulación temporomandibular puede inflamarse y el paciente manifiesta dolor y dificultad a la masticación y a la apertura de la boca. Las manifestaciones extra-articulares son variadas, a nivel ocular existe sequedad e inflamación del iris. La piel de las manos puede estar lisa, brillante y seca. Un signo de mal pronóstico es la hiperpigmentación del dorso de las manos, donde suelen aparecer también nódulos subcutáneos que causan dolor y pueden llegar a ulcerarse. Síntomas como la disnea (falta de aire), tos seca crónica, dolor toráxico, debilidad, fatiga y pérdida de apetito suelen estar presentes cuando el proceso inflamatorio daña el tejido pulmonar. 

Los nódulos reumatoideos, la enfermedad coronaria ateroesclerótica y la pericarditis con derrame son las manifestaciones más frecuentes observadas en el sistema cardiovascular. Cuando el proceso inflamatorio comprime el nervio mediano (que inerva partes de la mano) produce el síndrome del túnel carpiano, provocando entumecimiento, hormigueo, debilidad y daño muscular en la mano y dedos.

Durante la evolución de la enfermedad los signos y síntomas pueden variar en gravedad, aparecer y desaparecer, los períodos de mayor actividad se denominan brotes. El resultado final de cada nuevo brote es la toma de nuevas articulaciones con pérdida de cartílago y huesos. 

El pronóstico varía según la edad de comienzo, cuando ocurre temprano en la vida el pronóstico es sombrío. Por su parte, el objetivo del tratamiento es mantener la remisión clínica y radiológica, reducir síntomas y retardar la progresión del daño articular y funcional, por lo que incluye medidas generales y tratamiento farmacológico.

Entre las medidas se encuentran el reposo durante los brotes agudos y una dieta equilibrada, que incluya vitaminas y minerales. El tratamiento medicamentoso comprende la indicación de Medicamentos Antirreumáticos modificadores de la enfermedad (DMARD) que retrasan su avance y evitan que las articulaciones y otros tejidos se dañen. Son utilizados también agentes biológicos modificadores de la respuesta biológica. Entre los medicamentos que contribuyen a disminuir el dolor y la inflamación se encuentran los antiinflamatorios no esteroideos. Los esteroides se emplean con el fin de reducir el dolor y el retardar el daño articular. Otros tratamientos empleados igualmente son la cirugía, la fisioterapia y la rehabilitación. 

Se recomienda cambiar estilos de vida, una actividad física moderada ayuda a fortalecer los músculos que rodean las articulaciones, sin embargo, se excluye su práctica durante los brotes de la enfermedad. 

El Taichí contribuye al bienestar del paciente pues consiste en la realización de ejercicios suaves, combinados con respiración yestiramientos profundos que permiten aliviar el estrés, mejorar el estado de ánimo y el sentido del equilibrio. 

Dado que la enfermedad tiene mejor pronóstico cuando se diagnostica en etapas tempranas, se hace necesario un diagnóstico precoz por el médico de atención primaria y remisión oportuna al reumatólogo para establecer tratamiento adecuado que evite el daño articular progresivo, con la consecuente discapacidad.

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