Cuenta la leyenda que un 6 de agosto de 1895 cuando nació Ernesto Lecuona Casado en Guanabacoa, un barrio de La Habana, se alinearon los astros en un conjuro mágico de tambores bata, arpegios de guitarra y toques de tumbadora para recibir como una premonición divina a quien sería uno de los músicos más ilustres de Cuba.
Pero ese fue un vaticinio astrológico superado con creces, ya que desde los 5 años comenzó a tocar y estudiar piano con su hermana Ernestina (compositora, pianista y docente), quien siempre fungió como un sostén espiritual y material.
A inicios del siglo XX, en 1904, Lecuona ingresó en el conservatorio Carlos Alfredo Peyralla para volcarse al piano y al solfeo. Más tarde pasó al conservatorio Hubert de Blanck, donde concluyó sus estudios en 1913 con medalla de oro.
Creador precoz e incasable, con solo 13 años creó su primera composición Cuba y América y a los 17 años escribió su primera danza afrocubana titulada La comparsa, obra que por sí sola bastaría para situar a Lecuona en el inmenso Olimpo donde descansan los dioses sagrados de la música cubana.
En La comparsa se siente, tras los acordes del piano, el latir bullicioso y sensual del carnaval, el tronar y sudar de los tambores en un eco melodioso y armónico que va in-crescendo para después dejar de latir como un murmullo que emana del corazón.
El año 1916 marcó el inicio de su carrera profesional con un debut exitoso en la renombrada sala de conciertos Aeolian Hall, en Nueva York. También continuó sus estudios profundizando en la composición musical y recibiendo clases magistrales del pianista mexicano Ernesto Berumen.
Hay que destacar que en 1918 fundó El Instituto Musical de La Habana junto al compositor José Mauri Esteve y para 1922 presentaba La Orquesta Sinfónica de La Habana junto a Gonzalo Roig. Fue el primero en introducir en Estados Unidos una Orquesta Iberoamericana: Los Lecuona Cuban Boy.
En varias ocasiones regresó a Estados Unidos, pero no fue hasta 1954 que grabó tres discos de larga duración para la casa discográfica RCA Victor. Para 1931 había sido contratado en Hollywood por la Metro Golden Mayer para musicalizar el filme The Cuba Song, lo que marcaría su debut en la meca del cine.
En total realizó 11 bandas sonoras en donde destaca su composición Siempre en mi corazón -con texto de Juan López Sena-, la cual lo hizo merecedor de una nominación a los premios Oscar en la categoría Mejor canción original.
El catalogo autoral de Lecuona abarca más de 400 canciones, 175 piezas para piano, de las que se cuentan las seis que conforman la Suite Andalucía (Córdoba, Andaluza, Alahambra, Gitanería, Guadalquivir y Malagueña), 50 obras de teatro (operetas, sainetes y revistas), 30 trabajos sinfónicos, música para cine ballet y una ópera inconclusa.
Raramente Lecuona orquestaba sus obras. Muchas de sus piezas creadas para orquesta son popurrís de otras composiciones suyas, un ejemplo es la Rapsodia Negra. Para describir su obra muchas veces utilizaba la palabra mosaico.
En noviembre de 1963 la música se vistió de luto: fallecía Lecuona en las Islas Canarias, en España. Por voluntad propia sus restos descansan en el cementerio Gate of Heaven, cerca de la ciudad de Nueva York, hasta que la bandera de la estrella solitaria ondee “libre y soberana”.
Como el arrullo de palmas
en la llanura,
como el trinar del sinsonte
en la espesura
(…) así es mi amor.
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