Durante mucho tiempo, los deliciosos chocolates de la marca Hershey’s se fabricaron con azúcar hecha en Cuba. Lo que algunos no saben es que detrás de esta dulce historia está el proyecto de un hombre con una visión renovadora, una pasión extraordinaria y una capacidad de trabajo encomiable.
Milton S. Hershey creó en 1894 la que llegaría a convertirse en una de las empresas chocolateras más grandes del mundo cuyos productos siguen gozando hoy de la preferencia de millones de personas en todo el planeta. Con solo 19 años puso su primer negocio de venta de dulces. Se levantó tras algunos fracasos y ya en 1900 los estadounidenses pudieron degustar la primera barra de chocolate con leche producida por él.
Poco tiempo después iniciaría la construcción de su primera gran fábrica en Derry Church, su pueblo natal en Pensilvania que hoy también lleva su nombre. Allí no solo levantó una industria, también construyó un pueblo modelo con un sistema de transporte público accesible, educación gratuita de calidad, ofertas culturales y de entretenimiento, y casas con jardines en calles llenas de árboles.
Si en Derry Church aprovechó la disponibilidad de leche fresca para sus productos, en Cuba encontraría otro de los ingredientes que necesitaban sus chocolates. Con la Primera Guerra Mundial el precio del azúcar subía y Hershey apostó por la bella isla del Caribe, pero no fue allí a comprar el edulcorante, fue a producirlo.Entonces adquirió más de 24 mil hectáreas de campos de caña de azúcar, construyó un central, un pueblo gemelo al de Pensilvania y una red ferroviaria que lo conectó con Casablanca en La Habana y la ciudad de Matanzas.
Ubicado cerca de Santa Cruz del Norte, en la antigua provincia de La Habana, el Central Hershey ya estaba terminado en 1918. Después compraría cuatro centrales más, el último de ellos en 1927. Sus propiedades en Cuba incluían una planta de aceite de girasol, una planta de henequén, cuatro plantas eléctricas y un ferrocarril de vía estándar con 251 millas. Actualmente, El tren de Hershey es el único movido por electricidad que circula en Cuba y aunque desde hace más de tres años no llega a Matanzas, sigue funcionando.
Aunque los Castro eliminaron el nombre de Hershey del mapa de Cuba, la gente sigue llamando así al pueblo modelo construido por este exitoso empresario y al tren eléctrico que tantos problemas ha resuelto en un país donde el transporte es un caos.
Hoy muchos ignoran que este pueblo tuvo una escuela pública gratuita para los hijos de los trabajadores, un centro médico totalmente equipado, un club social deportivo con campos de béisbol y golf, alcantarillado y agua potable, además de una planta que generaba electricidad. Sus casas, la mayoría hoy en ruinas, recuerdan la arquitectura estadounidense de la época y algunas conservan hasta las chimeneas.
Como dato curioso quisiera apuntar que los bienes que tuvo Hershey en Cuba no pudieron ser expropiados por Castro. Después de la Segunda Guerra Mundial, el grupo Hershey los vendió a la Cuban-Atlantic Sugar Company y en 1957 fueron comprados por Julio Lobo. El resto de la historia es por todos conocida.
En Cuba reconocieron oportunamente a Milton S. Hershey con numerosos premios, entre ellos el más alto honor que el país podía otorgar a un ciudadano antes de 1959: la Gran Cruz de la Orden Nacional de Carlos Manuel de Céspedes.
Pero su presencia en la isla y su amor por los cubanos lo hacen merecedor de un reconocimiento mayor, comenzando por el rescate y la restauración en todo su esplendor de la comunidad industrial que él construyó, considerada hoy a pesar de su deterioro como el pueblo modelo más conservado del mundo. Sería la mejor manera de pagar nuestra deuda de gratitud con el hombre que apostó por el azúcar cubana para hacer uno de los chocolates más famosos del mundo.
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