Aveces las noticias no son buenas, pero hay que ponerse frente a las cámaras y dar la cara. Quienes trabajan para mantenernos informados son seres humanos que, como cada uno de nosotros, también pueden enfrentar un mal día, tener un familiar enfermo o simplemente haber padecido durante horas para atravesar la ciudad en medio de un tráfico infernal.
Pero cuando encendemos el televisor ahí están. Son los presentadores y los reporteros, dispuestos y entregados, no importa si es invierno o verano, un día feriado o si un ciclón está pasando.
En estas cosas pienso cuando tengo delante a Alejandra Molina, un rostro familiar para los televidentes del sur de la Florida. Ella es una de las presentadoras de los noticieros de Telemundo 51. Menuda y jovial, a Molina parece que siempre la acompaña esa sonrisa dulce que ahora muestra cuando comienzo a conversar con ella y le pregunto cuándo supo que iba a ser periodista. Le brillan los ojos cuando comienza a evocar sus recuerdos.
“Esta pregunta me lleva a la infancia. Recuerdo que jugaba en el balcón de mi casa a hacer obras de teatro. La suiza era mi micrófono cuando cantaba a todo pulmón y los vecinos de otros edificios me hacían el favor de aplaudir. Desde muy pequeña supe que me inclinaría por las artes. Desde que llegué a este país con 12 años no me pierdo los noticieros y coberturas continuas.
Creo que fue en la adolescencia cuando me di cuenta de que me apasionaba el mundo de las noticias, sobre todo en televisión. Me imaginaba cómo transcurrían los noticieros en el estudio y me imaginaba también que en algún momento estaría en pantalla, informando a mi comunidad”.
Alejandra Molina comenzó a hacer realidad su sueño solo 7 años después de haber llegado a tierras de libertad. Había aprovechado muy bien las oportunidades de superación. Era todavía muy joven, pero sabía perfectamente bien lo que quería y enfrentó el desafío.
“Al comenzar mis estudios en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), con 18 años, supe que desde ese momento tenía que comenzar a tocar puertas. Comencé haciendo una pasantía en un canal local donde aprendí mucho de periodistas a los que acompañaba mientras hacían sus reportajes. Fue ahí, en la calle, con la gente, donde aprendí a contar sus historias. Pocos años después tuve la oportunidad de comenzar mi carrera como presentadora de noticias”.
En 2015 Molina dio un paso importante en su carrera profesional: comenzó a trabajar en Telemundo 51 presentando los noticieros de la madrugada. Posteriormente pasó a los espacios noticiosos de la tarde junto a Daisy Ballmajó y Fausto Malavé. Y desde enero de 2018 la vemos en los noticieros de las 5 p.m. y las 5:30 p.m. en compañía de Gloria Ordaz. Pero su labor allí no se limita a estos importantes espacios.
“Telemundo 51 me abrió las puertas a un mundo noticioso donde las jornadas son vertiginosas, imparables e impredecibles. Todos los días son distintos, pero nuestro compromiso con el televidente es siempre el mismo: informar con inmediatez los sucesos que marcan nuestra comunidad. Ese aspecto excitante del periodismo de televisión en el que, de un momento a otro debes dejar lo que estás haciendo para correr al estudio e informar noticias de último minuto, es apasionante.
También me ha brindado la oportunidad de informar en inglés a la audiencia de nuestra cadena hermana NBC 6 sobre todo lo que ocurre en América Latina.
Me apasionan las historias del acontecer político. Sigo muy de cerca todo lo que pasa en Washington D.C. Me fascina presentar reportajes sobre los sucesos que marcan nuestra época. Pero las historias de carácter humano son las que siempre dejan huella”.
Cuando Molina se refiere a los seres humanos como protagonistas de las historias no puedo dejar de pensar en que tengo delante de mí a una joven mujer que es esposa y madre de dos niños pequeños. Basta sumar a esto su compromiso profesional para que imaginemos que se trata de una combinación, al parecer, muy complicada.
“Ser madre y esposa son sólo parte de la lista de las funciones en las que diariamente debemos dividirnos las madres que trabajamos fuera del hogar. Pero no se hace tan complicado cuando tenemos ayuda y apoyo; en mi caso de mis padres.
Lo más gracioso es ver a mis hijos crecer e identificar en ellos esas inclinaciones por el mundo de las cámaras que desde pequeña yo sentía. La diferencia radica en que ahora ellos no tienen que cantar en el balcón como hice tantas veces yo. Con la cámara de un celular y una cuenta de YouTube basta”.
Alejandra habla del balcón desde donde cantaba en su infancia evocando un recuerdo lejano, distante. Ella, como millones de cubanos, tuvo que hacer las maletas y partir dejando atrás las memorias y los afectos.
“Recuerdo el vuelo desde La Habana a Miami. Esa fue la primera vez que monté un avión. Pero la sensación que tenía no era de asombro. Con 12 años lo que me preocupaba era que regresara el vuelo sin poder llegar a esta tierra prometida de libertad. A pesar de que me llena de nostalgia poder recorrer las calles de mi infancia, desde que llegué a esta ciudad decidí solo mirar hacia adelante”.
Entonces le pregunto si no le gustaría volver a caminar por las calles de un pintoresco pueblo de la antigua provincia de La Habana que se llama Madruga.
“Me gustaría recorrer esa isla entera. Caminar por las calles de mi Habana y sí, visitar el pueblo de mi madre donde pasaba mis veranos de niña jugando hasta el anochecer con los amiguitos del pueblo. Pero, sobre todo, recuerdo a los seres cariñosos que me cuidaban en mis primeros años de vida mientras mis padres trabajaban. Para mí siempre será un lugar especial e inolvidable”.
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