Para Elbio J. Giménez, un empresario uruguayo residente en Tamarac, Florida, el Club de Leones es una forma de vivir. Y decirlo no es exagerado. Desde que Jiménez entró en el club en 1995 en Montevideo, supo que esta afiliación ocuparía buena parte de su tiempo y que, aún así, no obtendría de ella réditos necesariamente materiales, sino algo mejor, esa forma de riqueza que solo se alcanza sirviendo a los demás.
Con poco más de un siglo de existencia, el Lions Club International es una institución de la que muchos han escuchado (su logo de dos leones rugientes es reconocible para cualquiera), pero cuya misión pocos entienden realmente. Se fundó en Estados Unidos en 1917 en respuesta a las necesidades que la Gran Guerra había dejado.
El empresario de Chicago Melvin Jones decidió convocar a otros hombres de negocios como él a unir fuerzas para mejorar las condiciones de vida de miles de ciudadanos. Eso era todo. La idea prendió y poco tiempo después ya había cientos de clubes de Leones en todo el país. A mediados de los treinta, había Leones en varias naciones del mundo, México y Cuba entre ellas.
Servir: esa era y sigue siendo la misión. Hoy el Club cuenta con millón y medio de miembros. Elbio Giménez, quien acaba de terminar su mandato como gobernador del distrito “N” del sur de Florida, conversó con la revista Bencomo, para contarnos más de los desafíos y satisfacciones de su trabajo en el club de servicio más antiguo del mundo.
Mucha gente ha escuchado sobre el Club de Leones, pero poco se sabe desde afuera de qué trata realmente esta institución. ¿Cómo la definiría en pocas palabras?
El Club de Leones es una forma de estar siempre dispuesto a servir a los demás. Esa es la manera más sencilla de definirlo, pero, por supuesto, la organización es bastante compleja. En Florida, por ejemplo, el Lions Club International cuenta con cuatro distritos: el distrito L en el norte, el I en el oeste, el O en la zona central y, por último, el distrito N, que comprende la costa este del estado, Miami, los Cayos, Islas Bahamas, Aruba, Bonaire y Curazao.
¿Cómo fue su experiencia como gobernador de un distrito tan grande?
Sumamente satisfactoria. En solo un año conseguimos aumentar ampliamente nuestra cantidad de miembros, la mayoría de ellos hispanos, por cierto. Esto es algo que va muy acorde con la historia del Club. En 1946, la institución tuvo su primer presidente hispano, el cubano Ramiro Collazos.
Siendo el sur de la Florida un área con tantos inmigrantes, tiene que haber mucha gente con grandes necesidades materiales. ¿Qué actividades realiza el club en esta zona del país?
Aquí en el sur de Florida hacemos muchísimas actividades, pero yo diría que la principal es la prevención de la ceguera y las operaciones de cataratas, que son además gratuitas para los beneficiarios.
Esto tiene una razón histórica para el club. A la primera convención del Lions Club de 1925, en Ohio, asistió una mujer invidente, Helen Keller, quien propuso que los Leones nos convirtiéramos en los paladines de la prevención de la ceguera en el mundo. Su mensaje caló hondo en el club y hasta ahora enfocamos gran parte de nuestros esfuerzos hacia esa tarea. Somos la institución que hace más operaciones a la vista sin costo a nivel mundial. Además, recolectamos anteojos para reciclarlos y donarlos a la comunidad.
Entiendo que al principio los miembros del club eran solamente hombres. Ya no es así, por supuesto, pero es muy significativo que haya sido una mujer quien propusiera al club su misión más importante, ¿verdad?
Es cierto. Lo bueno es que desde hace más de tres décadas el club está integrado por hombres y mujeres, que además han tenido un papel importantísimo en la organización. En el 2018 el club tuvo su primera presidenta, la señora Gudrun Yngvadottir, nacida en Islandia. Sin ir muy lejos, nuestro distrito tuvo una gobernadora antes que yo y tiene ahora otra gobernadora después de mi mandato.
Claro, el club avanza con los tiempos.
Es la única manera de involucrarnos realmente en la comunidad. El club tiene también ramas para propiciar la participación de la gente joven, que pueden aprender nuestros principios de servicio y liderazgo desde edades más tempranas.
Solo en un año, aquí en Miami hemos hecho ocho limpiezas de playa; fuimos los primeros en brindar ayuda a los afectados por el huracán Michael en octubre del 2018; vamos a las escuelas de nuestros condados a hacer exámenes de vista a los niños. Nuestro objetivo es servir.
Todo esto debe haber significado un esfuerzo logístico muy grande. ¿Cómo organizan estas campañas?
Con estructuras de organización muy claras. En este distrito tenemos 62 clubes; más de 20 de ellos solo en Miami. Unos trabajan en combatir el hambre con comida. Otros se enfocan en el cáncer infantil, una misión en la que también trabajamos. Otros se enfocan en la diabetes. Y hay otros que se enfocan en trabajos de medio ambiente, que es otro de los puntos fuertes del Lions International.
Cada vez que hay un gran desastre natural en el mundo —un terremoto, un huracán—, el club envía inmediatamente una donación de 100 mil dólares. Hemos ayudado a países como Haití en el 2010, y Ecuador, por el terremoto del 2016. Y si un distrito de la organización es afectado por algún desastre, recibe un presupuesto de 10 mil dólares para que el gobernador lo administre y ayude a la comunidad, rindiendo cuentas de inmediato de cómo se gastó ese dinero.
Entiendo que este es un trabajo ad honorem. ¿Cómo te das tiempo para integrar al Club de Leones en tu vida diaria?
Yo creo que el servicio es una vocación. Es cierto que administramos dinero para nuestras actividades —porque los miembros pagan una cuota anual de 100 dólares—, pero los Leones no nos quedamos con un solo centavo de ese capital. Tenemos un código de ética muy estricto.
Uno gana de otra manera. Cuando ves que hay personas con necesidades tan urgentes, ayudarlas te llena de una satisfacción enorme. Felizmente, mi esposa, Perla Rita Giménez, también es parte del club y dentro del club hemos hecho amigos y encontrado una comunidad de gente muy valiosa.
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