¡Ven, que ya estamos listos!

Por Julio LLerena

October 20, 2018

Cuando Miguel A. Cruz Peraza habla su cubanía y su fe católica se desbordan. Excelente y apasionado conversador, tiene el don de transmitir paz cuando cuenta pasajes de su vida.

Cuando Miguel A. Cruz Peraza habla su cubanía y su fe católica se desbordan. Excelente y apasionado conversador, tiene el don de transmitir paz cuando cuenta pasajes de su vida. Lo hace con una singular modestia, como si el hecho de ser protagonista de importantes acontecimientos de la historia de Cuba fuera solo un deber que le ha correspondido cumplir. Sus gestos mesurados y su contagiosa sonrisa no parecen ser las de un hombre que ha estado muchas veces muy cerca de la muerte.

El largo exilio en Estados Unidos no ha mellado ni un ápice sus sentimientos por la Patria, cercana siempre. Desde su corazón dice sentirse allí todavía. Lleva casi sesenta años en este país, donde llegó en 1959 con solo diecisiete años. Pero eso no lo hace vacilar cuando se define a sí mismo: ¨Nací cubano, soy cubano y cubano seré por el resto de mi existencia. Cubano y martiano, porque Martí es para mí el Padre de la Patria soberana¨.

Miguel es actualmente Vicepresidente de la Asociación de Veteranos de la Fuerza Aérea de Bahía de Cochinos. El fue uno de los más jóvenes aguerridos en enrolarse en la Brigada de Asalto 2506.

¨No me querían dejar registrarme en el Consejo Revolucionario por ser menor de edad y no contar con la autorización de mis padres, porque ellos no estaban aquí. Yo llevaba un mes y medio en Michigan cuando el coronel Martínez Suárez me llamó por teléfono. ¡Ven, que ya estamos listos!, fue lo único que me dijo. Inmediatamente vine en un autobús para Miami. De ninguna manera me iba a quedar fuera. Entonces el señor Miguel Álvarez y su esposa Carmen Serrano tomaron el lugar de mis padres, firmaron un documento y pude pasar el chequeo médico reglamentario sin problema alguno¨.

A pesar de su corta edad, Miguel siempre había soñado con defender a la Patria como soldado. Tendría unos once años cuando ya marchaba detrás de quienes se preparaban para ser cadetes en el campamento militar de Columbia, en La Habana. Cuando otros niños de su edad tenían uniformes de pelotero, el de Miguel era de caqui beige con botas bien lustradas. Lo que nunca imaginó fue que para defender la Patria tendría que recorrer un largo camino y sin matricularse en el curso de cadetes en 1960 como era su propósito original.

¨Me fui con el coronel Martínez Suárez en un vuelo para Guatemala. Al llegar, abordamos un camión militar con destino a Retalhuleu, en el suroeste de ese país centroamericano. Recuerdo que a mi lado iba Felipe Rivero. Llegamos a un campamento de casas de campaña donde dormíamos en catres y la comida era elemental, por llamarlo de alguna manera. Allí ya había alrededor de 300 brigadistas que habían comenzado los entrenamientos. Yo estaba feliz. Ya estaba alistado en un ejército preparándome para ir a luchar contra Castro por la libertad de Cuba¨.

Después serían trasladados a Nicaragua y finalmente Miguel, como brigadista número 3457, iba a ser uno de los 1200 hombres que abordaron los buques Houston y Río Escondido en Puerto Cabezas en abril de 1961 con destino a Bahía de Cochinos.

¨Yo iba en el Houston. Recuerdo que en ese barco iba también el Padre Lugo, capellán de la brigada 2506 . Aquello fue una masacre. Si Del Pino fuera un ángel, yo quiero ir al Infierno. Se ensañó cobardemente con nosotros disparándonos desde su avión. No pudo finalmente hundirnos, porque el capitán encalló el buque cuando estábamos aproximadamente a milla y media de la costa. Cuando Fidel Castro le disparó era ya un blanco fijo e indefenso. Recuerdo que después de ayudar al doctor René de la Mar, quien había sido alcanzado en un brazo por una 50, yo me embarré de petróleo, agarré un salvavidas y me lancé a nadar hasta la orilla. Muchos de mis compañeros se ahogaron o fueron atacados por tiburones. Yo llegué a tierra, pero ya tenía el presentimiento de que todo estaba perdido. Me lo confirmó Daniel San Román cuando nos dijo que nos habían abandonado y que tratáramos de salvar nuestras vidas¨.

Miguel Ángel Cruz Peraza fue uno de los últimos brigadistas en caer prisionero en un grupo en el que también estaba Ulises Carbó. Hacía más de dos años que estaba luchando contra los Castro, desde los días de la fracasada Conspiración de la Rosa Blanca y la traicionada conspiración de William Morgan, hasta que de Bahía de Cochinos es enviado a la Galera 21 del Castillo del Príncipe. ¨Allí lo único seguro era que nada era seguro. No sabíamos a ciencia cierta si nos iban a fusilar o no. Nos trataban como animales. En casi dos años mi madre pudo visitarme dos veces y en una de ellas la sacaron de la visita por darle una propina a un guardia que ella pensaba la estaba ayudando. Recuerdo que le recriminé al guardia, me dieron un   furte bayonetazo y terminé ese día en una celda de castigo¨.  

El 29 de diciembre de 1962 llegaron a Estados Unidos los sobrevivientes de la brigada 2506. El presidente John F. Kennedy los recibió en el Orange Bowl de Miami. Miguel recuerda que en un momento miró al cielo y evocó la memoria de todos sus compañeros patriotas que habían muerto peleando por la libertad de la Patria.

¨Cada uno de ellos era muy especial. Todavía hoy aquellas vivencias regresan y los recuerdos me secuestran. Esos hermanos muertos merecen que se escriba definitivamente la historia de aquellos días¨.

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